martes, 10 de abril de 2018

Historia de los dos que soñaron

Cuento árabe de autor anónimo

Cuentan los hombre dignos de fe (pero solo Alá, es omnisciente y
Poderoso y no duerme), que hubo en El Cairo un hombre, poseedor
de riquezas, pero tan magnánimo y liberal, que todas las perdió,
menos la casa de su padre, así que se vio forzado a trabajar para
ganarse el pan.

Trabajó tanto, que el sueño lo rindió, debajo de una higuera de su 
jardín; y vio en el sueño. A un desconocido que le dijo:
“Tu fortuna está en Isfaján,¡vete a buscarla!”

A la madrugada siguiente despertó y emprendió el largo viaje; afrontó
los peligros de los desiertos, de las fieras y de los hombres.

Al fin llegó a Isfaján, pero en el recinto de esa ciudad, lo sorprendió
la noche, y se tendió a dormir, en el patio de una mezquita, que estaba
junto a una casa, y, por decreto de Alá todopoderoso, una pandilla de
ladrones atravesó la mezquita y se metió en la casa.

Las personas que dormían, despertaron y pidieron socorro. Los vecinos
también gritaron, hasta que el capitán de los serenos de aquel distrito,
acudió con sus hombres, y los bandoleros, huyeron por la azotea.

El capitán hizo registra la mezquita, y en ella, dieron con el hombre de 
El Cairo, y lo llevaron a la cárcel. El juez lo hizo comparecer, y le dijo:

-¿Quién eres y cuál es tu patria?

  El hombre declaró:

-Soy de la famosa ciudad de El Cairo, y mi nombre es Yacub, el magrebí.

El juez le preguntó:

-¿Que te trajo a Persia?

-El hombre me ordenó en un sueño, que viniera a Isfaján, porque aquí 
 estaba mi fortuna. Ya estoy en Isfaján, y veo, que la fortuna que me 
 prometió, ha de ser esta cárcel.

El juez se echó a reír:

-Hombre desatinado-le dijo- tres veces, he soñado con una casa en El
 Cairo, en cuyo fondo hay un jardín, un reloj de sol, después del reloj sol,
 una higuera, y bajo la higuera, un tesoro. No he dado crédito a esa mentira.
 Tu sin embargo, has errado de ciudad en ciudad, bajo la sola fe de tu sueño.
 ¡Que no vuelva a verte en Isfaján, toma estas monedas y vete! 

El hombre las tomó, y regresó a su patria. Debajo de la higuera de su casa
(que era la del sueño del juez), desenterró el tesoro. Así Alá le dio bendición y
lo recompensó y exaltó.

Alá es el generoso, el oculto.
  

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