La palabra es infinitamente más poderosa que la espada,
y quien la sepa blandir con la mano vigorosa y sabia,
es más poderoso, que el más poderoso de los reyes.
Cuando muere la mano que empuñó la espada,
se entierra a las dos juntas, y cuando la mano se convierte en polvo, la herrumbre se come a la espada.
Pero cuando la muerte cierra la boca que pronunció la palabra,
ésta permanece libre y viviente, la muerte no tiene poder sobre ella, no puede aprisionarla en la tumba.
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